1. Cepillar los dientes tres veces al día y utilizar hilo dental todas las noches, siempre con la asistencia de un adulto.
El odontopediatra determinará el momento en el que el niño esté preparado para hacerlo de manera independiente. Mientras tanto, se pueden asignar tareas que realice por sí mismo, pero siempre deben ser supervisadas por un adulto.
2. Reducir el consumo excesivo de azúcar y mantener una dieta equilibrada.
El exceso de azúcar daña el esmalte dental y favorece la aparición de caries. Por lo tanto, se recomienda consumir alimentos naturales como frutas y verduras, ya que estos contribuyen a una mejor higiene oral. La odontopediatra Chemas explica: “Los dulces pegajosos, como los chicles, las golosinas o las frunas, aumentan significativamente el riesgo de caries”.
3. Utilizar los elementos adecuados de higiene oral según la edad del niño.
En general, el cepillo de dientes más adecuado es aquel que tiene cerdas suaves y un tamaño acorde a la edad del niño. Sin embargo, la odontopediatra Chemas enfatiza que la elección debe basarse en el asesoramiento del especialista. Aunque no recomienda los cepillos eléctricos, la especialista explica que pueden ser una buena alternativa cuando el niño no acepta el cepillo tradicional.
Respecto al uso de pasta dental con flúor, la Academia Americana de Pediatría (AAP) recomienda utilizar una “pequeña cantidad” de pasta dental con flúor dos veces al día desde la aparición del primer diente hasta los tres años, y a partir de esta edad, sugiere que la cantidad de pasta dental con flúor sea del tamaño de un frijol.
4. Realizar visitas periódicas al odontopediatra.
Lo ideal es acudir a revisiones cada seis meses, aunque esto puede variar según el riesgo de caries y las características particulares de cada paciente. “Debemos estar atentos a procesos como el recambio dental, que ocurre entre los seis y los doce años, para detectar posibles alteraciones”, añade la especialista.
5. Identificar los factores que influyen en el riesgo de caries.
Existen alteraciones dentales congénitas que no son responsabilidad del paciente ni de sus padres, así como condiciones sistémicas derivadas de síndromes u otras condiciones de base. No obstante, los hábitos de higiene oral pueden aumentar o disminuir el riesgo
, en combinación con las alteraciones que el paciente pueda presentar. “Por ejemplo, algunos pacientes tienen un esmalte menos blanco, lo cual indica una menor cantidad de minerales y los vuelve más propensos a las caries”, agrega la especialista Chemas.
Si bien es cierto que en ocasiones mantener una rutina de cuidado oral puede resultar tedioso, especialmente por las noches cuando los padres están cansados y deben repetir los mismos consejos, la guía y el compromiso de los padres determinarán la higiene y la salud bucal de los niños, evitando así complicaciones en el futuro.
